De palique con Kike 36


(Artículo publicado en revista ‘Ñaque’, Ciudad Real (España); nº. 43, febrero 2006)



NO HAY ESTÉTICA SIN ÉTICA ….

Aquella chica parecía vestida por primera vez del color de su tristeza, y cuando me dio los buenos días, de su voz también se desprendió el mismo tono.
(Rosa Chacel. ‘Estación. Ida y vuelta’)


Kike, esto es, desde luego, una despedida en toda regla y la huella del deber no permite dejar secretos importantes; especialmente, cuando se cierra algún ciclo vital, condición que, para mí, ha logrado alcanzar este afán que me ha llevado a escribirte treinta y seis ‘paliques’ consecutivos.
Resulta muy rimbombante esto de la huella… pero es lo que, a mi entender, en este instante corresponde, dado que hoy me corto la coleta en lo tocante a paliques. No te voy a escribir más, porque creo honestamente que he agotado el contenido de nuestras charlas; aquellas que mantuvimos los dos, amparadas en el verano de León e impulsadas por nuestras ganas de desmenuzar la razón de ser de una actividad llevada a cabo, al margen de corrientes y modas y durante más de treinta años.
Con la frasecita en cuestión, la de ‘la huella del deber…’ te quiero manifestar que, después de haber utilizado un medio como éste para exponer eso, la razón de ser, no sería honrado por mi parte abandonar la estética acostumbrada, dejar ese tono de charla en el que puede haber cierta confusión, una bruma asociada al deporte del coloquio, pero donde no hay resquicio para el tapujo, porque hablamos entre nosotros dos, como si nadie más nos oyera. Solos tú y yo… y porque no tengo la menor duda de que mis fingimientos y ocultaciones serían cazados al vuelo por ti. Hablando de razón de ser, no la hay para que me muerda la lengua, aunque sea sin despeinarme demasiado. Es más, de hacerlo, creo que traicionaría el sentido e incluso, la circunstancia de nuestras apacibles conversaciones a la sombra, siempre a la sombra. Eso ha formado parte también de la estética adoptada por estos escritos.
 Es curioso o, cuando menos, casual que, buceando en Internet, a estas alturas -precisamente mientras estaba preparando este adiós-, haya descubierto una mención importante a ‘Los clásicos nos divierten’, un espectáculo donde se representaban tres entremeses de Calderón de la Barca, enlazados por unos textos escritos por mí. Es un vestigio de la colaboración entre nosotros, Kike. Ya hablamos de ello, porque tiene que ver con un trabajo que andabais preparando en vuestro cubil, los de ‘La Fragua’ de León, a partir del cual ‘fraguamos’ una idea común. Allí nació y se alimentó la intención de que, al propio tiempo que vosotros estuvieseis representando aquellos entremeses en León con unos textos de enlace elaborados por ti, nosotros aquí, en Barcelona, en el Centro Cívico de Hostafrancs, los pondríamos en escena también, pero enlazados por unos textos míos.
No obstante, a lo que íbamos es que recientemente (tan recientemente que ya había comenzado a redactar esta carta) he averiguado que el espectáculo en cuestión fue incluido en una ‘relación de destacadas puestas en escena de la obra de Calderón durante el siglo XX’, dentro del catálogo oficial de la exposición ‘Calderón de la Barca. Siglo XX’ realizada durante el año 2.000 en el  Círculo de Bellas Artes y patrocinada por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid(1).
Es un reconocimiento teatral objetivamente importante. Sin lugar a dudas, el mérito principal se le debe atribuir a Martín Curletto, el director del montaje; sin embargo, yo me hago partícipe en tanto los textos de enlace que conforman la estructura dramática surgieron de mis manos y te considero partícipe a ti, en cuanto la idea de encarar las dos propuestas sobre Calderón, la de León con la de Barcelona, emanó de nuestra charlas y de aquella ocasión en la que pude contemplar cómo ensayabas una de las escenas con Jesús y Jose, ¿te acuerdas?
Produce enorme satisfacción, Kike, ver cómo asoma la cabeza ‘Los clásicos nos divierten’ -una producción modesta como las pueda haber, que se despachó con cinco actores y que fue representada en un local que difícilmente podría ser llamado teatro- entre producciones de postín, de corte oficial algunas de ellas, otras sólidas, entrañables, como las de ‘La Barraca’, bajo la dirección de García Lorca, internacionales muchas y la mayoría en teatros de prestigio, nacionales e internacionales también.
Satisfacción, mucha, ya que, con ésta de ámbito teatral, se produce el cierre del broche de menciones que se abrió en los ámbitos literario y pedagógico, cuando este trabajo dramático fue publicado íntegramente en el año 1.990, junto a la propuesta de trabajo escolar, en un libro de lectura de 8º. de EGB(1). Tú sabes además, que, mientras me esforzaba en evitar tu olvido, he ido recibiendo una serie de reconocimientos que siempre vienen bien y que me alientan: Tengo una obra en cartel; varias publicadas; muchos montajes escolares; en ocasiones, se ha realizado alguna aplicación extraordinaria de mis propuestas, como es el caso del montaje de ‘Las sirenas se aburren’ llevado a efecto con un grupo de enfermos mentales(3). También está lo del premio, la publicación de los ‘paliques’ en Ñaque... No me puedo quejar. No obstante, mi trabajo sigue estando cojo porque en mi tierra apenas se conoce y, caso de que sea útil, mi entorno no se aprovecharía de esta utilidad y cojea también porque no he conseguido que los planteamientos que contiene hayan sido recogidos metódicamente para su análisis por la comunidad pedagógica.
¡Qué quieres que te diga, Kike! Que te caigan reconocimientos de aquí y de allá, por una labor que diseñé hace casi cuarenta años y que desplegué durante treinta, pero que no se aplique ni se discuta más allá de mis exiguas fronteras; que, en definitiva, pase desapercibida en el plano real, pese a los reconocimientos de que te hablo, ¡eso duele!, cuando no, huele a chamusquina.
Una de las razones, ¡desde luego!, puede ser que no vale, que no alcanza ni el rango de ser discutible, pese a los reconocimientos mencionados; que no merece la pena ponerla en práctica ni debatirla desde los mismos atisbos. No deja de ser duro para mí, admitir una cosa así y, además, sé que tú te cabrearías conmigo si lo admitiese del todo, sin presentar batalla y, encima, sería injusto con aquellos que han concedido los reconocimientos. Sin embargo, probablemente es lo que quiera decir esa constante omisión del mundo académico, no hacia mis obras, pero sí hacia la aplicación de los presupuestos didácticos que contienen.
Otra razón quizás se deba a que ha sido una labor en el intersticio. Está situada entre dos mundos, el Teatro y la Escuela; el primero de ellos es un gremio, un gremio artístico y los gremios no fingen, simplemente, suele ser muy difícil que sus miembros aprecien aquello que no se encauce a pedir de boca en el camino de sus intereses, a pesar de los buenos propósitos demostrados en muchas ocasiones. El algodón no engaña.
En cuanto al otro, el escolar y me refiero en concreto al académico, al legislador, etc., no al del profesor en su trinchera, sí quiero decir algo que nos facilite alguna pista, aunque no creo que sepa añadir mucho a un escueto pero sabroso artículo de Miquel Caminal(4) Aún así, insisto en que yo debo decir algo también, entre otros objetivos, para animarme, para buscar algún subterfugio con que combatir mi fracaso.
En primer lugar, constatar que a los gobernantes escolares no les interesa en absoluto mis planteamientos dramático-pedagógicos, en cierta contraposición a que a los profesores sí les interesan mis obras teatrales para montarlas en sus escuelas.
En segundo lugar, decir que, si el Teatro es un gremio, la Escuela –concretamente, los estamentos que la gobiernan, recuerda- es un cuerpo y se comporta como tal, lentamente y con manifiesta desorientación. A esta contingencia me voy a acoger, como si me agarrase a un clavo ardiendo, para disuadirme a mí mismo de lanzar la toalla.
En otras palabras, que mi trabajo está atrapado entre un gremio y un cuerpo. Esto vengo a decirte, Kike, porque precisamente por estar entremetido en este ‘desfavorable’ escenario, en los entresijos, en ese campo de nadie, intrincado y un poco oculto, pero excelente puesto de observación, he llegado a descubrir, como si fuese el primero o el único en descubrirla –y estoy seguro de que esto no es así-,  la importancia de algunas cosas aparentemente olvidadas o, por lo menos, aparcadas, ante las que la peor de las cegueras –ese constante mirar hacia otro lado- viene a ser la única respuesta observable.
Como tendréis por sabido tú y asimismo, gran parte de los lectores de estos paliques (¿los habrá?),  una de las vertientes hacia donde se ha desbordado mi trabajo, ha sido la del lenguaje cinematográfico; la del aprendizaje de sus rudimentos, en realidad, planteándolo a través del ejercicio del juego teatral. Un lenguaje interesante y divertido, el cinematográfico, abordado a partir de un ejercicio no menos interesante y divertido, el ejercicio teatral. Y es desde esa práctica y metido de lleno en la elaboración de un modelo que afrontase tan específica temática escolar, desde donde he podido observar con gran estupefacción  la enorme lentitud y el inesperable desconcierto que te comentaba.
Fíjate, Kike: A mi modo de ver, la Escuela tiene como objetivo, entre otros, cultivar nuestra sensibilidad en general y artística, en particular, de modo que, una vez inmersos en la vorágine que se nos presente más allá de los muros educativos, tengamos suficientes recursos y mecanismos para desenvolvernos aceptablemente. De esta guisa, en clase de Lengua y Literatura, debería atenderse la educación  de nuestra sensibilidad, para que podamos distinguir entre lo bueno y lo mejor; que no nos la den con queso y que, por lo menos, sepamos diferenciar entre Zane Grey y Estefan Zweig. Distinguir y disfrutar de la mejor literatura, al tiempo que conozcamos y, por tanto, podamos incorporar a nuestro uso, un lenguaje más rico, una expresión lingüística más depurada. Para ello, nuestra sociedad dispone de una grandiosa –quizás, alguien pueda estar pensando que aún debería ser mayor- pirámide perfectamente jerarquizada, que va desde la Escuela hasta la Real Academia, pasando por muy diversas instituciones, dedicadas todas ellas al análisis y a la difusión del firmamento lingüístico y literario. Es un firmamento difícil de abarcar, pero sus habitantes hacen lo que pueden, sin lugar a dudas, y aún más. Entre otros aspectos, nos protegen del mal gusto e insisten en una ardua tarea de sensibilización, fijando objetivos en este campo, sugiriendo lecturas, etc., preparando al muchacho para que no le den gato por liebre el día de mañana.
Sin embargo, después de, ¡qué digo después de!, acto seguido a cruzar la verja que escuda el recinto escolar, ese mismo muchacho, cada tarde, al llegar a su casa, en lugar de abrir un libro y poner en funcionamiento todos aquellos recursos aprendidos para enfrentarse a la obra literaria y gozar de su lectura, actividad para la que, en teoría, debería estar suficientemente preparado, no se le ocurre otra cosa que arrellanarse en el sofá (salvando algunas veces el trámite de los deberes) y poner en marcha la tele, caso de que ésta no estuviese en marcha ya y con media familia desboronada ante su pantalla.
Toda la Escuela, desde su cresta, esa pirámide que determina que así sea, se preocupa por suministrarle recursos y mecanismos y, yendo más allá, ha desarrollado su sensibilidad, haciéndole ejercitar la literatura, que se transforma en un juego trascendente para él y preparándole, desde la propia base, la gramática, para entender más y mejor y para valorar, para separar el grano de la paja, para refinar sus sentidos y para aguzar su percepción en favor del acto de leer, pero el muchacho (definido desde un punto de vista estadístico) ha optado por el televisor desde el que está recibiendo un caudal incontenible de mensajes para el que nadie le ha preparado; al menos, nadie le ha suministrado el conocimiento necesario con el método convenientemente establecido y con el rango de intervención correspondiente a la irresistible realidad que este medio plantea.
No propongo que, para atender a este ámbito audiovisual, se haya de montar una pirámide académica similar a la construida para el mundo de la Literatura; tampoco pretendo que,  para sustituirla por la otra, se haya de suprimir ésta, aunque no es que esté muy conforme con el enfoque que se da a su enseñanza.
Permíteme que coloque aquí una digresión discordante, aunque solo sea por dejar la impronta de nuestro temperamento. Lo hemos discutido en multitud de oportunidades... Siempre me han intrigado mucho algunas de las opciones adoptadas por el sistema educativo. P. e., que el Teatro se haya abordado como de pasada, como si fuese un apartado de Literatura, analizándolo y clasificándolo por autores, estilos, épocas, etc., desde un punto de vista literario, cuando el hecho teatral es un fenómeno artístico que se elabora a partir de la intervención de más ámbitos artísticos (directores, actores, escenógrafos, músicos, etc.) que aportan, en una práctica  interdisciplinaria, sus diferentes cuotas con el fin de construir una obra artística indisociable. ¿Por qué, siendo tan antigua o más que cualquier otra manifestación artística, el Teatro se ha de contemplar desde un enfoque tan parcial y ajeno a su identidad? No sé a qué viene esta reducción, si al fin  y al cabo el Teatro está para ser llevado a escena, para ser vivido en una elaboración íntegra, en una síntesis artística cuya base es la acción dramática. Fíjate, Kike, que, sin ir más lejos, eso es lo que hacéis todos los valientes que ponéis en marcha una experiencia teatral en la Escuela, pese a que no es algo que esté reconocido en los planes de estudio oficiales. Aunque tuviese toda la razón del mundo, poco viene al caso este asunto, porque lo que yo estaba contrastando es la importancia que se concede a la enseñanza del lenguaje literario con la que se le otorga a la enseñanza del lenguaje audiovisual, pudiendo parecer que, en un intento por poner las cosas en su sitio, yo me haya decantado a favor de una de ellas.
¡Nada de eso! Yo te hablo de la importancia de las dos; sólo que no es razonable que el mínimo conocimiento del insoslayable lenguaje audiovisual no haya sido introducido al nivel de importancia que la realidad marca de forma inexorablemente progresiva.
Mientras tanto, nuestra sociedad está padeciendo un bombardeo continuo, nefando y mediocre sin que nadie se encargue de proporcionar esos recursos y mecanismos o esa gramática audiovisual que la ayuden a formarse un criterio con el que afrontar eficientemente este aluvión y sin que en parte alguna de nuestro sistema educativo aparezca, ya digo, otorgándole el nivel que merece, algún ejercicio crítico de este producto artístico que, paradójicamente, es el conducto por el que se está recibiendo más cantidad de información con una enorme capacidad de influencia en el comportamiento y con una dinámica muy difícil de contrarrestar. ¿Cómo quejarse legítimamente después de esta observable influencia sobre conductas en nuestras aulas, si no parece que nadie, entre los que cuentan para hacerlo posible, mueva un dedo? ¿Acaso tienen poco que ver las actitudes y los comportamientos introducidos en nuestra sociedad, con ese revoltijo de mensajes, que tan exigua perspectiva de control tienen y que tantas dificultades ofrecen para ejercer cierta vigilancia sobre ellos? Díselo tú a los responsables de la OETI(5), que luchan para que los contenidos éticos, educar, formar y entretener sean lo habitual en los medios de comunicación dedicados a niñas y niños y a los más jóvenes.
Ya sabes que no pertenezco al ámbito del control de las emisiones; mi campo es el de la adquisición de una sensibilidad como receptor, la formación de un criterio personal que, ante tan, de momento, inevitable e intenso bombardeo, nos faculte para ejercer con el mayor acierto posible, esa función tan esencial para cualquier espacio artístico (que no dudo que lo es): La función de espectador.
No obstante, a mi modo de ver, ambos mundos son compatibles y hay suficiente tarea para los dos; para los que pretenden definir límites con los que contrarrestar evidentes abusos y para cuantos intentan dotar a los destinatarios de herramientas personales que les permitan digerir mejor los contenidos y ejercer en condiciones favorables su libertad, como consecuencia de haber desarrollado un  criterio mejor alimentado y más sólido. En cualquier caso, ¿cuánto tiempo hace que se convirtió en algo palpable la necesidad de sistematizar la educación audiovisual? ¿Ochenta años? ¿Cincuenta, en nuestro país, sin contar con que el lenguaje cinematográfico, que entró empujando con igual vigor e influencia, es más antiguo y, en gran medida, puede incluirse en esta reflexión, ya que la práctica de ambos se puede compaginar y, de hecho, es lo que propone ‘El asombro de Mnemosine’?
¿Acaso nadie se ha dado cuenta de esta necesidad o acaso se hace preciso resolver antes alguna cuestión organizativa en la estructura del cuerpo educativo que ahora parezca insalvable o que requiera un encaje excesivamente difícil en el funcionamiento habitual de nuestras aulas? ¡Cincuenta años me parecen demasiados! Y de ahí mi queja acerca del comportamiento lento y desorientado de la cúpula organizativa de la Escuela.
De ahí mi lamento, pero también mi consuelo, porque, si, siendo certera o aproximada mi percepción de este asunto acerca de que, con un elemento tan manifiesto e importante, la capa de más alto nivel decisorio en el planeta educador ha permanecido más de diez lustros sin engancharse al convoy de la historia, en un aparente mirar hacia otro lado y sin coger el toro por los cuernos, pese a alarmantes e indeseables consecuencias, ¿qué no va a ocurrir con mi humilde propuesta de experiencia, insignificante, en todo caso, si es comparada con tamaña problemática, la planteada por el dichoso aparatito, parte fundamental de cualquier hogar, hoy en día, no lo olvides?
Ya sé que, si el asunto es otro distinto a que mi propuesta tenga en realidad escaso valor, los motivos por los que no prospera pueden ser varios y complejos y el que concierne a la lentitud y desconcierto será pues, solo una pequeña parte del problema. Posiblemente, para que se haya producido esta situación de vía muerta en que se halla la dichosa propuesta de experiencia escolar, tengan que ver algunos factores más, alguno de ellos me lo huelo, pero éste, el de la lentitud y el desconcierto, tiene la virtud de servirnos en bandeja un espacio de reflexión, que es lo que yo busco. ¿Para qué otra cosa sirven estos paliques? Es decir, que propongo reflexionar acerca de si estamos olvidando por pereza, desidia o por causas más espurias quizás, la educación de un espacio cuya importancia y necesidad de atención es sobrecogedoramente apremiante.
El lenguaje literario y ello no me parece excesivo, se sirve de una cohorte de estamentos profesionales que favorecen su corrección, su enseñanza, la enseñanza de esta corrección y los hábitos de lectura y tiene a su disposición un tiempo y un ámbito oficiales y reglados, mientras que el lenguaje audiovisual apenas dispone de algún resquicio en las programaciones y su enseñanza se imparte, en comparación con el otro lenguaje, a salto de mata. La protección del lector en edad escolar y el ejercicio de su sensibilidad y competencia lectoras están suficientemente tuteladas por la organización escolar; sin embargo, no se puede decir que se esté haciendo lo mismo con el audiovisual, que es con mucho el que más intensa y frecuentemente, de forma involuntaria por parte del receptor, casi ineludible, ocupa la vida de los muchachos, abocando sobre ellos su implacable influencia.
Se te puede antojar que estoy cargando las tintas contra un sector demasiado determinado del mundo educativo y puede que tengas razón. ¿Cuántas veces me he visto obligado a concederte la razón a lo largo de nuestras conversaciones? Sí, tienes razón; así argumentado, se ofrece la visión de un monumental y persistente fracaso y, aunque puede que lo sea, no es mi pretensión entrar por la vía del catastrofismo. La Educación está viva y con buena salud y, se mire como se mire, es la viga maestra de nuestro edificio social. Es como nuestra Democracia, que está plagada de defectos, pero ¡que nadie me la toque!, porque su principal virtud es que se puede hablar de ellos y acometer, más tarde o más temprano, su solución. He de reconocer que si estuviese yo en el lugar de los responsables del posible cambio de programa educativo, a estas alturas de la película aún estaría en que si son galgos, que si son podencos. No debe de ser tan fácil detectar, definir el problema, acordar (¡¡acordar!!), tomar decisiones e implantarlas. Escabroso camino; aún así, ¡lo mires como lo mires!, cinco décadas quizás sea demasiado tiempo de desajuste.
Lo que pasa, Kike, es que, a partir de que me introduje en terreno escolar y después de haber definido este problema desde mi prisma individual al desplegar mi tarea en el tajo, escribiendo y montando obras de teatro y, a través de este ejercicio, encontrarme de sopetón con la posibilidad de acceder a otros lenguajes, me sentí movido a meterme en el charco, a tomar cartas en el asunto. Haciendo caso a mi intuición y, eso sí, con gran ingenuidad, me decidí a elaborar un procedimiento enganchado al trole de la comparación de géneros artísticos, con el que abordar el aprendizaje de los lenguajes cinematográfico y audiovisual, en general, además del narrativo, cabalgando sobre el ejercicio teatral, actividad sobradamente conocida en el entorno escolar, tan divertida como el cine y la tele, cuyos lenguajes se pretendía aprender, muy eficaz, con una formulación integradora que incorpora a la experiencia todas las expresiones artísticas y capacidades comunicativas humanas posibles y que, para su implantación, no fuese preciso sacudir ninguna estructura establecida. Todo eso, sin abandonar un modelo de actividad tradicional, como te decía, sobradamente conocido por la Escuela y por la Sociedad que le da sentido; aprovechando al máximo los recursos que este conocido ejercicio ofrece.
En tal circunstancia, no tuve otro remedio que darme cuenta del vacío pedagógico que te estoy comentando; simplemente, yo estaba allí (puede que en lugar que no me correspondía) y me vi impulsado a acometer inaplazablemente esa propuesta de experiencia escolar, persiguiendo, desde el plano más humilde que se pueda concebir, el objetivo de coadyuvar razonablemente a la transformación que, desde lo que ocurre fuera de sus paredes, precisa la estructura escolar para hacer frente a una necesidad imperiosa –a mi modo de ver, evidentemente- : ejercitar y fortalecer  la sensibilidad ante la inevitable presencia de este fenómeno social. Y, claro, una vez emprendido este sendero tan específico de investigación, es posible que mi visión del asunto fuese parcial, que los árboles no me hayan dejado ver el bosque, pudiendo no ser tan grave el problema ni tan urgente de solucionar o que éste no exista.
Lo que te quiero decir es que, mediante mi participación en la dinámica escolar al intentar materializar mi proyecto en las aulas, me convertí en un espectador privilegiado de esta, a mi modo de ver, estrambótica carencia educacional. Si la Escuela acude espontánea y calculadoramente a la enseñanza de la sensibilidad hacia la sociedad extramuros, que es para la que prepara a los miembros de su comunidad –alumnos y maestros-, ¿cómo se le pasa por alto constantemente esta contingencia, la de la influyente presencia de lo audiovisual en nuestra sociedad y no propicia la búsqueda de algún remedio, cuando ha sido esta circunstancia la que precisamente, desde mi modesto nivel de agregado escolar, me ha impelido a buscar una solución, un procedimiento didáctico para atenderla? Puede que el procedimiento propuesto en este caso sea inconveniente o que no sea fiable ni adecuado, insolvente, quizás, pero la contingencia existe, es real e irrefutablemente de un calado que la debería convertir en un objetivo prioritario.
De momento y sin achacárselo a nadie en concreto, sostengo la terrible percepción de que gran parte del problema reside en esa lentitud y esa desorientación a la hora de resolver y adaptarse a la navegación de acuerdo a las indicaciones del viento, la brújula, los mapas, etc. Ya te digo, sigo pensando que emprender el aprendizaje de esta parcela del conocimiento es urgente e importante y que la estructura y la capacidad organizativa de la Escuela están descompensadas en disfavor de acometerlo y a esta sensación me agarro para que mi sentimiento de fracaso personal pueda desvaírse un poco, porque, bajo este nuevo punto de vista, quizás mi propuesta de experiencia escolar no esté tan mal y acaso merezca mayor atención, incluso ser discutida, ¡vete tú a saber!, pero metidos en ese maremagno lento y confuso que corresponde, en cierta medida, al signo de los tiempos, se convierte en algo irremisiblemente inviable o aplazable, de acuerdo a mis cálculos más optimistas, unos ciento veinte años.
Lo incontestable es que, sea por lo que fuere, ‘El asombro de Mnemosine’ no rucha, pese a haber recibido el premio ‘JUAN CERVERA(6), el único que ha otorgado ASSITEJ-España hasta el momento y quizás, el único concedido específicamente en el terreno de la investigación en Teatro Infantil y Juvenil. ¿No crees demasiado extraño que este elemento no haya producido consecuencia alguna? No espero ningún galardón más; solo quiero  una justa y conveniente extrapolación de la propuesta al mundo para el que fue concebida y de donde procede, pese a quien pese. Ponerla en práctica, discutirla, enmendarla y disfrutarla con otros, revisarla en el mismo entorno al que pertenece verdaderamente: La Escuela. O, en caso contrario, refutarla. ¿Por qué no?
Entretanto, me han publicado Las sirenas se aburren(7) y voy recibiendo satisfacciones como la de Mollet del Vallès, donde han llevado a escena ‘Les sirenes s’avorreixen’, su traducción al catalán, y he cosechado la enorme gratificación de que hayan sido publicados íntegramente los treinta y seis paliques que te he dirigido, en una revista como Ñaque, de cuyos gestores solo he obtenido una atención detrás de otra. Aprovecho estas últimas bocanadas para manifestarles mi agradecimiento.


Puesta en escena de ‘Les sirenes s’avorreixen por alumnos de la Esc. Sant Gervasi de Mollet del Vallès (Barcelona), bajo la dirección de Maribel Alcarria; junio 2.005

Dejémoslo en empate, pues. Gustan mis obras y mis charlas; consigo grandes compensaciones en forma de montajes escolares y de otros ámbitos tan entrañables o más, se mantiene en repertorio alguna puesta en escena(8), publico, veo reseñada mi labor y me conceden premios, pero no cuenta para ser aplicado en las aulas el diseño de experiencia que ofrezco al medio escolar, elaborado durante años dentro de las aulas, en las que me introduje casi a hurtadillas, sin otra cosa a cambio que una gran convicción acerca del interés real de mi oferta. Me queda el consuelo de pensar que las personas y los organismos a los que debería implicar, tienen muchas dificultades para echar mano a tiempo de su sensibilidad; tienen ante sí otros asuntos no tan importantes quizás, pero sí más imperiosos por múltiples razones. Hay mucho motivo para discutir y los debates son muy acalorados en estos tiempos, sólo falta que venga yo a echar más leña al fuego. Lo reconozco, pero ello no puede significar que me desdiga de mis apreciaciones sobre la lentitud y desorientación de algunos despachos o sobre la urgente necesidad de abordar la enseñanza del medio audiovisual al nivel que verdaderamente le corresponde y de acuerdo con su presencia real en nuestra sociedad.
Dicho esto, que no creas tú que no cuesta decirlo, procedo, como te anunciaba, a cortarme definitivamente la coleta en todo lo concerniente a nuestra correspondencia en serie que dimos en llamar ‘De palique con Kike’. Éste es el último palique y de él salgo aliviado por la sensación de haber cumplido casi exactamente con nuestro pacto, al haber hablado de todo lo que contigo me comprometí y porque he podido proyectar serenamente mi pensamiento durante estas amables charlas, gracias a ti y a la publicación en Ñaque que ha resultado ser un gran estímulo. Espero no haberos defraudado o que haya sido poco y brevemente.
Ha servido para mantener viva nuestra amistad y también para suavizar el duelo por tu ausencia.
Dirijo ahora mis palabras hacia las personas, bien del mundo teatral, bien del escolar o de cualquier ámbito no estrictamente teatral  o escolar que, en algún momento, han elegido mis obras para realizar sus montajes y hacia aquellas que han servido de anónimo vehículo para difundirlas. A todos ellos, les envío un enorme agradecimiento.
Y a Diego Amat, quien, en este afer de los ‘paliques’, pacientemente ha ejercido su función equidistante entre ‘alter ego’ y ‘polemista’, mientras alargábamos nuestra consumición en algún café de Barcelona.
Y ya lo he dicho todo, creo.
…de manera que apaga y vámonos.
Miguel Pacheco Vidal

 

(1)      El montaje "Los clásicos nos divierten", dirigido por Martín Curletto, está reseñado en la ‘lista de destacadas puesta en escena Calderón en el siglo XX’ incluida en el catálogo elaborado por D. José Mª Díez Borque y D. Andrés Peláez para la exposición ‘Calderón de la Barca. Siglo XX’ realizada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, bajo el patrocinio de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid; junio 2.000 Colaboradores: José Manuel Montero, Teresa del Pozo, Esmeralda Serrano, Manuel Lagos y Lola Puebla.
Y en  Puesta en escena y recepción del Teatro Clásico y Medieval en España (Desde 1939 a nuestros días)’; autor: D. Manuel Muñoz Carabantes; tesis dirigida por Dr. D. Luciano García Lorenzo; Un.Complutense, Fac. Filología, Dep. Filología Hispánica.; Madrid, 1.992
(2)     El trabajo "Los clásicos nos divierten" (textos de enlace y propuesta educativa) de Miguel Pacheco Vidal está recogido en el libro de lectura de 8º. de EGB, DELTA-8 de José González Torices y Socorro y Urbano Pardo Agúndez, publicado por la Ed. Everest, León, 1990)
(3)     Montaje de Les sirenes s’avorreixen’, dirigida por Margalida Tauler, dentro del programa "Estepa teatre", por parte de "Estel de Llevant” (asociación pro salud mental) de Manacor (Illes Balears), junio 2.005.  
(4)     Sacristán y la Universidad’, artículo de Miquel Caminal aparecido en ‘El País’ 23-11-2005 (Edición Cataluña y Baleares)
(5)     OETI (Observatorio Europeo de Televisión Infantil) C. Aragó, 290 - 292 5B. Barcelona. CP. 08009. España. http://www.oeti.org
(6)     El asombro de Mnemosine; ‘Boletín Iberoamericano de teatro para la infancia y la juventud’ (ASSITEJ-España, Madrid):resumen del trabajo de este autor, galardonado en el año 2.002 con el ‘Premio JUAN CERVERA de investigación de teatro infantil y juvenil’; n. 6/2003, octubre/diciembre 2003)  (Consultar en www.galeon.com/assitejespana/)
(7)     Las sirenas se aburren’, obra de teatro escolar del autor de este ‘palique’, publicada en la colección "Punto de Encuentro" (Serie de Teatro) de Editorial Everest (León, 2.005)
(8)      El montaje de ‘Historia de una cereza’ de Producciones Quiquilimón de Gijón, dirigido por Margarita Rodríguez ha cumplido cinco años en repertorio de la compañía.